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“Milpa Alta y Su Lucha Comunal”

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Mayo 23 _ 24 17:00h

sábado, octubre 17, 2009

Rabadán no toma medicación desde 2002, año de su último intento de fuga.

"Sin embargo", dice su abogado, Jesús Gutiérrez, "se mantiene la medida de seguridad a un preso que, según los propios forenses, ya no padece el trastorno psicótico por el que fue internado y al que ahora se le ha diagnosticado un trastorno narcisista y antisocial de la personalidad, conceptos muy ambiguos que se pueden aplicar a muchas personas que se sientan a nuestro lado sin convertirles en peligrosos"

Gutiérrez se queja de que los exámenes psquiátricos en los que se basan los jueces consisten en una mera revisión anual. "Rabadán está en la cárcel sin recibir ninguna medicación. Si no está en tratamiento porque no lo necesita, y habiendo sido declarado inocente en el juicio, ¿cuál es la finalidad entonces del encierro? ¿Acaso piensan que estará curado automáticamente cuando hayan pasado los 20 años y un día? ¿Cómo es que todavía no ha tenido ni la posibilidad de una libertad tutelada? Es una chapuza".

Andrés Rabadán desgrana con media sonrisa su rutina carcelaria. "¿Qué hago? Pues me despiertan a las siete y media de la mañana. A las ocho desayunamos, y a las nueve bajamos a un patio diminuto donde sólo hay dos posibilidades: pasear o sentarse.

A las once subimos otra vez a la celda. A la una comemos, y luego al patio tres horas más".

El preso escribe, lee y dibuja. No le dejan tener lápices de colores, y por eso se limita al dibujo a bolígrafo. Desde hace unos meses está de suerte: su vecino de celda es un joven al que le envían muchos libros.

"Sus padres son muy cultos y tiene unos libros buenísimos. Le han condenado a siete años de internamiento porque se volvió loco y salió a la calle con un cuchillo en la mano. Hirió a uno, le hizo un rasguño con la navaja.

Probablemente cumplirá los siete años. Si no le hubiesen diagnosticado un brote de locura, ni siquiera habría entrado en la cárcel. No tiene antecedentes".

Para Félix Pantoja, vocal del Consejo del Poder Judicial y ex fiscal de menores, la situación de los presos psiquiátricos en España es un agujero negro en nuestro sistema.

La línea que separa la cordura de la locura es frágil, y por ella se cuela el vacío legal de los presos declarados locos.

La sociedad, además, no cree en la reinserción, sino en la seguridad. "La rehabilitación es casi inexistente. No hay permisos ni posibilidad de acceder a un tercer grado.

Los presos psiquiátricos no tienen voz en la cárcel.

Son los olvidados". Félix Pantoja cree que es una cuenta pendiente, y por eso propuso la creación de la figura del juez de vigilancia para medidas de seguridad, para conocer exactamente cuántos presos hay en España bajo esta situación.

"Es un agujero negro del sistema español, son presos condenados al pozo, y por eso creo que debe crearse un juez especial para seguir estos casos".

La paradoja, añade Pantoja, está en que el sistema penitenciario "cuida" a los presos psquiátricos, pero los despoja de todos sus derechos.

"Es muy complejo. Tenemos una sociedad muy punitiva, que no quiere admitir que una sociedad libre y democrática tiene sus riesgos y debe asumirlos".

Durante sus 14 años de internamiento, Rabadán ha aprendido catalán y ha leído sin parar. "No me gusta la televisión, me agobia. Aquí solo ponen programas tipo Las tardes con Patricia, que te ensucian la cabeza.

Prefiero leer. Si un libro no me engancha a las primeras 50 páginas, lo dejo, no quiero perder el tiempo. Ahora me han prestado La hoguera de las vanidades, y me gusta mucho". Entre sus libros favoritos cita

La montaña mágica, Las aventuras de Tom Sawyer, Bella del señor o La campana de cristal.

Al entrar en la cárcel le diagnosticaron una esquizofrenia delirante paranoide, pero Rabadán ya no toma medicación.

"Pasé años medicado, pero llegó un momento en que no quería tomar más pastillas y le pedí por favor a una de las psiquiatras que me atendía en la terapia que dejara de medicarme.

Fue una mujer muy buena conmigo y me ayudó. Con ella empecé a curarme.

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